Retórica y civismo. El retroceso de la palabra.

Retórica y civismo. El retroceso de la palabra. (Artículo de Philippe Breton publicado en «Le Monde Diplomatique», marzo de 1997: http://www.monde-diplomatique.fr/1997/03/BRETON/4624 ). Traducción de Marie-Françoise Rotter.

«Estamos en una situación extraña : mientras la persuasión está por doquier, y sus procedimientos nos asaltan por todas partes, alumnos y estudiantes no están preparados para practicarla ni descodificarla. A pesar de la voluntad de algunos docentes y la tenacidad de unos cuantos investigadores en comunicación, no existe, en ninguna parte, un verdadero programa de sensibilización a la argumentación, es decir a un convencer no-manipulador.

Por culpa de este vacío relativo se ha visto estos últimos años proliferar (en el mundo de la empresa, de la comunicación, así como en el inmenso mercado que constituye la “busca de la realización personal”) múltiples “teorías”, a menudo vendidas a precio de oro, que justifican “científicamente” la instrumentalización y manipulación del otro como modo de estar en sociedad.

Porque el siglo XX es testigo de una paradoja que poco se ha subrayado hasta ahora. Por un lado se ha visto desarrollarse, de una manera sin precedente, toda clase de prácticas de la persuasión. Las batallas ideológicas se han sucedido por olas, movilizando grandes multitudes. Los recursos de la propaganda, de la desinformación, de la manipulación psicológica, se han utilizado masivamente a lo largo del siglo, tanto en época de guerra como en época de paz. Incluso la progresión mundial (en la actualidad) del liberalismo pone en juego, bajo formas nuevas, un inmenso reto de persuasión. El desarrollo del sector mercantil, igualmente sin precedente, se nutre de la influencia fundamental de la publicidad sobre las conciencias, amplia maniobra de convencimiento, poco exigente en cuanto a los medios empleados.

Por otro lado, a pesar de esta presencia masiva, la palabra para convencer se expande dentro de un vacío casi total de reflexión, de enseñanza, de cultura y, para decirlo todo, de ética. No existe una verdadera “cultura del convencer” en una civilización que ya no busca (en las normas del pasado y de la tradición) los fundamentos de su destino.

Manipular las conciencias. 

La consecuencia de esta paradoja es que el ejercicio de la palabra, casi únicamente sometida a la regla de la eficacia, retrocede en beneficio de sus formas más manipuladoras.

Uno puede preguntarse si no asistimos a un verdadero retroceso de la palabra, y del papel que desempeña ésta en el progreso de la civilización. Otros períodos de la civilización humana conocieron igual retroceso. Después de cinco siglos de República, a lo largo de los cuales se había formado en el continuum del espíritu democrático ateniense una cultura del debate político, el historiador romano Tácito se pregunta (en un texto escrito en los alrededores del año 80 dC), si ésta no está desapareciendo ante sus ojos (1). “Hoy en día, escribe, hay que hacer corto : se acabó el tiempo dónde los oradores podían expresarse libremente ante un público atento y que participa en los debates”. “Hoy en día, prosigue, la cultura de los oradores que había nutrido la República ya no sirve para nada: el Imperio se está imponiendo y con él desaparece la democracia de la palabra.” Tacito ve en el empleo exagerado de la estética en el discurso –y la aparición del nuevo genero de la la literatura- la consecuencia de este final de la época inaugurada por Atenas. Hasta los juegos del circo se han convertidos en únicos temas de conversación “en las escuelas de retórica”.

Manteniendo cierto grado de prudencia en la comparación ¿no estamos viviendo un período equivalente, dónde la palabra está igualmente maltrecha? Hoy en día también hay que hacer corto : el “clip” se ha convertido en la unidad de medida del discurso. El debate in vivo se ha sustituido por procedimientos manipuladores al servicio (la mayor parte del tiempo) del pensamiento único a escala mundial. Los nuevos juegos de circo, el espectáculo televisivo multicanales, son el único tema de conversación. ¿Medimos realmente sus consecuencias en una sociedad en la que sólo se habla de lo vivido virtualmente (2)

El primer signo (al menos el más visible) del retroceso de la palabra es el intento de restringir el campo en el cual se aplica. ¿Qué es lo que se puede debatir y qué es lo que depende de una elección colectiva? La gigantesca batalla ideológica que tiene como meta imponer el liberalismo a escala mundial, tiene como característica que se libra en un registro manipulador. Lejos de presentarse como una elección posible, debatible en el espacio público, el liberalismo se presenta como “una evolución natural”, una “ley” a la cual tendríamos que someternos. Se despoja la palabra de su posibilidad de intervención, y se presenta lo esencial de lo que nos ocurre como no debatible, como ajeno a la palabra. Es muy fácil en semejante situación decir que no hay (tal como intentó hacérnos tragar Francis Fukuyama) solución alternativa al liberalismo. Nos atan las manos, nos tiran al agua y nos dicen que no sabemos nadar.

Luchar contra el retroceso de la palabra pasa por permitirnos hacer debatible nuestro destino común, por el rechazo de la ‘meteorologización’ de lo político, de la tan difundida asimilación semántica del paro a una forma de anticiclón de los Azores, a un fenómeno sobre el cual no tenemos ninguna influencia.

Otro signo del retroceso de la palabra es la ausencia de referencia, en el espacio púbico, a normas que regulen el uso de tal o cual tipo de procedimientos destinados a convencer. En las Democracias modernas resulta sorprendente ver la ausencia de disyunción entre el universo de los fines y él de los medios.

Si los fines son buenos, entonces todos los medios pueden ponerse a su servicio. La fascinación por la técnica no es ajena a esta carta blanca dada a los medios de comunicación. Así, por ejemplo, la propaganda es diabólica cuando está al servicio de los regímenes totalitarios, pero se hace respetable cuando se pone al servicio de los ideales democráticos. Como lo muestra Jacques Ellul, el mismísimo gobierno americano estrenó en 1917 la propaganda moderna Eso si, al servicio de una “buena causa”: los ideales de la democracia moderna (3). Se consideran las técnicas de manipulación (igual que la bomba atómica) como una “herramienta al servicio de la paz”, un “depósito sagrado” (como decía el presidente Truman) cuando está en manos de las democracias liberales. Pero objeto de terror diabólico cuando son “otros” quienes las fabrican.

Y la cumbre de esta confusión entre fines y medios es la publicidad moderna. Se sabe, desde Stuar Ewen, que los capitanes de la industria del siglo XIX se habían convertido, gracias a ella, en “capitanes de conciencias” (4). La publicidad , objeto complejo por la mezcla de los géneros que opera, sigue siendo una estupenda herramienta de manipulación de las mentes. Desde este punto de vista, las futuras generaciones juzgarán que tal vez habremos estado “tánto bajo influencia” como esos habitantes de países totalitarios que compadecemos por haber sido irradiados por la propaganda. Pero como la causa es buena (al menos desde el punto de vista del sector mercantil), también deben serlo los medios.

¿Decirlo todo, hacerlo todo?

El dominio político no escapa a esta contradicción: la demagogia es legítima si el programa político es bueno. Así se ha visto a parte de la izquierda francesa encontrar virtudes a un malabarista demagogo como Bernard Tapie, cuya ignominia de las estrategias de persuasión no se le escapaban sin embargo a nadie. ¿Cómo luchar contra la propaganda de extrema derecha cuando no se condena su uso en el campo democrático?

¿No habría que reflexionar sobre la disyunción entre una ética de los fines y una ética de los medios partiendo de que toda palabra se corrompe al estar difundida por medio de procedimientos manipuladores que no respetan ni al emisor ni al destinatario? Las normas que permiten separar lo que obra con respeto y lo que obra con violencia manipuladora ya existen. La cultura griega de la argumentación ya las debatía. Desde entonces, todo hombre político que pasa la línea roja de la demagogia sabe lo que está haciendo. Estas normas, que son normas de civilización, son por todos conocidas. Pero su alcance está mermado, y hasta negado, en el clima donde el “laisser-faire” también se aplica a la palabra y a los procedimientos de comunicación.

Cualquier recordatorio de estas normas se ve atrapado en la falsa disyuntiva libertad/censura, credo de las sociedades liberales. Se consideran estas normas base del espacio público: todo se puede decir, todo se puede hacer. Cualquier idea que encuentra receptor es legítima. Así es como las leyes del mercado contaminan hasta el mundo de las ideas y los medios para comunicarlas. Es necesario recordar que de la misma manera que hemos renunciado, como señal de civilización, al ejercicio de la violencia y de la venganza privada (5), también hemos reconocido en el mismo momento del nacimiento de la democracia, normas que permiten renunciar a la violencia psicológica que constituye la manipulación de la palabra. Tal vez sea hora ya de reactivar estas normas, de subrayar su importancia para la democracia y de demostrar el provecho que cada ciudadano podría sacar de ello.

Otra señal del retroceso de la palabra es el desapego de los sistemas de enseñanza y de investigación acerca de lo que Roland Barthes había cualificado de “imperio retórico”(6). En 1902 desaparecía de los programas de enseñanza pública esta asignatura que había sido, desde hace dos mil quinientos años, la base de toda enseñanza. Es cierto que la retórica, poco a poco, se había degradado hasta no ser sino una concha vacía del contenido ciudadano que tenía en la época clásica.

Pero ¿Una de las funciones cívicas esenciales de la enseñanza no sería, precisamente, enseñar que los grandes valores democráticos no son nada si los medios para defenderlos no están, ellos también, al servicio del retroceso de la violencia y de la construcción de un lazo social solidario, es decir, respetuoso de la relación con el otro?».
Philippe Breton (Sociólogo. Estrasburgo)

 

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(1) Tacito, Dialogue des orateurs, Société d’édition Les Belles Lettres, Paris, 1985.
(2) Lire Philippe Breton, L’Utopie de la communication, le mythe du village planétaire, La Découverte, deuxième édition, Paris, 1995.
(3) Jacques Ellul, Histoire de la propagande, PUF, Paris, 1967.
(4) Stuart Ewen, Consciences sous influence : publicité et genèse de la société de consommation, Aubier, Paris, 1983.
(5) Lire sur ce point : Jean-Pierre Vernant, Les Origines de la pensée grecque, PUF, Paris, 1962.
(6) Roland Barthes, « L’ancienne rhétorique », in Communications no 16, numéro spécial consacré aux « Recherches rhétoriques », Seuil, Paris, 1970

No es Madrid, es Europa: más sobre este «momento Polanyi»

Artículo de Fernandez Liria sobre el desafío al que nos empuja el neoliberalismo.
«Como bien demostró en su momento Polanyi: cuando los cauces que generan sociedad se ven anegados por el fango económico, la sociedad responde convulsionada. El fascismo es una respuesta, no una iniciativa. )…)
Si queremos evitar repetir lo que fue la mayor catástrofe mundial que haya vivido la humanidad, haríamos bien en comenzar por recuperar algunas evidencias que podrían resumirse en estas palabras con las que Ken Loach resume su extraordinaria película El espíritu del 45: “Habíamos ganado la guerra juntos, y juntos ganaríamos la paz. Si podíamos llevar a cabo campañas militares, ¿acaso no podríamos planear la construcción de casas, la creación de un servicio socio-sanitario y de transporte, y conseguir los bienes que necesitáramos para la reconstrucción? La idea central era la propiedad común, donde la producción y los servicios beneficiarían a todos. Unos pocos no se enriquecerían a costa de los demás. Era una noble idea, popular y aclamada por la mayoría. Era el Espíritu de 1945. Quizá hoy sea el momento de recordarlo”.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2016/11/10/no-madrid-europa/9283

Entre la crisis de gobernabilidad y la dictadura mafiosa

O… cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.
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Oscilando entre la crisis de gobernabilidad y la dictadura mafiosa. Un artículo de Jorge Beinstein
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Ha sido señalado hasta el hartazgo que por primera vez en un siglo el 10 de Diciembre de 2015 la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias, se trataría de un hecho novedoso.Es necesario aclarar tres cosas:En primer lugar resulta evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico, completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial” demostración de fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en realidad el primer paso del nuevo régimen.

Esto nos lleva a una segunda aclaración: el kirchnerismo no produjo transformaciones estructurales decisivas del sistema, introdujo reformas que incluyeron a vastos sectores de las clases bajas, reclamos populares insatisfechos (como el juzgamiento de protagonistas de la última dictadura militar), implementó una política internacional que distanció al país del sometimiento integral a los Estados Unidos y otras medidas que se superpusieron a estructuras y grupos de poder preexistentes. Pero no generó una avalancha plebeya capaz de neutralizar a las bases sociales de la derecha quebrando los pilares del sistema (sus aparatos judiciales, mediáticos, financieros, transnacionales, etc.) desarticulando la arremetida reaccionaria. La alternativa transformadora radicalizada estaba completamente fuera del libreto progresista, la astucia, el juego hábil y sus buenos resultados en el corto y hasta en el mediano plazo maravilló al kirchnerismo, lo llevó por un camino sinuoso, acumulando contradicciones marchando así hacia la derrota final. Nunca se propuso transgredir los límites del sistema, saltar por encima de la institucionalidad elitista-mafiosa de las camarillas judiciales apuntaladas por el partido mediático componentes de una lumpenburguesía que aprovechó el restablecimiento de la gobernabilidad post 2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y renovar su apetito.

Como era previsible las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad económica de los años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida hacia el kirchnerismo sino todo lo contrario, azuzadas por el poder mediático retomaron viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas culturales latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la negrada” enlazando con la ola regional y occidental en curso de aproximaciones clasemedieras al neofascismo. No se trató entonces de una simple manipulación mediática manejada por un aparato comunicacional bien aceitado sino del aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas en los más profundo del alma del país burgués.

La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raiz italo-fascista [1], instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.

La crisis

El contexto económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global lo que deprime los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados de productos industriales. En suma un panorama mundial negativo para un país como la Argentina principalmente exportador de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo nivel tecnológico.

Ante ese ciclo internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía Argentina para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la expansión y protección de su mercado interno, su tejido industrial, su autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante la reducción drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando el endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial. A ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de las tasas de interés, la liberalización de importaciones, y pronto la eliminación de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento de sus tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de precios, las depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la desocupación, la pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico nulo o negativo serán inevitables.

Según ciertos expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente irracional marcada por la declinación del grueso de la industria y la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se equivoca, actúa según la dinámica de una lumpenburguesía portadora de una racionalidad instrumental cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas saqueando todo lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos dueños del poder no es la del desarrollo económico armonioso y general que anida en la cabeza de ciertos economistas.

Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.

El progresismo gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder draculiano de las elites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.

Dos escenarios

Nos encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración (degeneración) de las elites dominantes de Argentina convertidas en jaurías depredadoras coincidentes con el fenómeno global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de otros señalados como agentes de la CIA como Susana Malcorra o Patricia Bullrich[2], para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall Streeet, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala planetaria.

La lumpenburguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando, condicionando, bloqueando, imponiendo, para asumir abiertamente el gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la inexistencia de un elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para implementar el mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” completamente ajenos al embrollo electoral.

El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un corto período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismos sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir, justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.

Por otra parte el carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente) presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.

Se trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la transformación de la sociedad objeto de ataque en una masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista y/o demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades intrapopulares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterrorizan a la población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático.

Sin embargo esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina, con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes gelatinosos que generalizan la incertidumbre en las elites, deterioran su psicología.

La no viabilidad de ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado por las elites y sus preservativos de clase media habría sido un paraíso capitalista destruido por sus principales beneficiarios.

Como vemos el infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados Unidos están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.

¿Hacia dónde va esta historia?: la resistencia popular tiene la respuesta.

Notas:

[1] Horacio Verbitsky, «A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982»,http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html

[2] ARGENTINA: la nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello. – El presidente de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor (Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV). – También Patricia Bullrich reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado. – Pájaro Rojo, 11/12/2015,http://pajarorojo.com.ar/?p=20433

Jorge Beinstein es economista argentino, docente de la Universidad de Buenos Aires. 

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/174435

Mentira, corrupción y tiranía

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Mentira, corrupción y tiranía 7 enero 2013 | Categorías: Opinión | |

Por Manuel Buendía  — ATTAC Castilla-La Mancha

«La clase dirigente de este país se empeña en demostrar una y otra vez su inutilidad y su instinto tiránico. La mediocridad de los gobernantes se hace patente un día si y otro también, y el pueblo soberano, al que han convencido de que es él quién realmente tiene el poder, se resigna en una absurda autoafirmación de que gobiernan los mejores porque para eso les han votado ellos.

La mediocridad se hace patente en la fórmula de manipulación, pues mienten sin ningún pudor, prevarican sin disimulo y ejercen su tiranía con el convencimiento de que son los amos. Nuestra democracia va perdiendo fuelle a marchas forzadas pero los ciudadanos, que son cómodos por naturaleza, no son conscientes de ello pues de momento van cada cuatro años a votar, y para la mayoría de ellos eso es la democracia.

La presidenta de Castilla la Mancha María Dolores (de) Cospedal representa todo lo anterior, su mediocridad compite con su espíritu antidemocrático y sin ningún pudor ejerce de señora feudal. Con la descarada convicción de que la ciudadanía es tonta saca una ley populista por la que los diputados regionales no cobraran sueldo, pero sin embargo ella sola se lleva todos los meses a casa casi el equivalente a todos esos sueldos.

Pero hay más. El número de asesores (esos que son elegidos a dedo por parentesco y amistad) se ha multiplicado por dos, y sus asignaciones han experimentado una subida muy generosa, por lo que tenemos que al final los que viven muy bien de la política son todos aquellos que no ha elegido el pueblo y que además no tienen la preparación ni los conocimientos necesarios pues no han tenido que aprobar ninguna oposición para trabajar en la administración.

A todo esto la señora Cospedal de una manera caciquil decide cerrar las urgencias de muchos centros de salud de Castilla la Mancha, y dedicar exactamente ese dinero que ahorrará en publicidad institucional, elevando el presupuesto para esos menesteres de 7.600 euros a 1.270.000. Ese presupuesto dará para contar muchas mentiras y repetirlas hasta la saciedad para convertirlas en verdades.

Nos venden la idea de que no hay dinero para desmantelar el Estado y cada día nos piden más esfuerzos a los de siempre. Como ya he dicho en alguna ocasión el presupuesto de sanidad de nuestra región ha sido recortado en un 5% aunque los recortes en la sanidad pública han sido del 35%. Si alguna persona se pregunta a donde ha ido ese 30% restante yo se lo diré: a la sanidad privada, porque sus amiguetes tienen ahí el negocio ahora que el ladrillo ha dejado de serlo.

Están llevando al pueblo a la miseria extrema y luego tienen la indecencia de hacer campañas solidarias (de nuevo la demagogia y el populismo). A nivel local la cosa es aún peor, pues se ha insertado en la memoria colectiva la idea de que hay que estar con los caciques locales o callarse. Si estás con ellos piensas que te facilitarán las cosas, porque si estás contra ellos (algo legítimo en una democracia) te pondrán todas las zancadillas que puedan, y es que el principio constitucional de que todos somos iguales en Tomelloso no se cumple. A unos les prohíben hacer megafonía para promocionar algo con la excusa de la contaminación acústica y a otros les permiten armar escándalo con una charanga por el simple hecho de que en ella toca un concejal. Si eres empresario y no estás con ellos harán todo lo que esté en sus manos para no dejarte ejercer tu actividad, eso va generando un sentimiento colectivo de sumisión, pero también está ahondando en la fractura social de nuestra ciudad dividiéndonos y creando un clima de crispación muy peligroso, la represión sólo genera odio, pero está claro que para muchos gobernar es reprimir, pues no saben hacerlo de otra manera, y su único referente está enterrado en el Valle de los Caídos.

Han pasado 37 años desde la muerte del dictador, el tiempo suficiente para tener una democracia adulta y consolidada, pero sin embargo nuestra democracia está cada día más y más devaluada. Todos los días escucho por boca de muchas gentes de bien el consejo de que no me meta en líos y que me calle y no haga política, y yo les digo que eso mismo es lo que me dijo un cabo de la Guardia Civil en los primeros años de la transición, cuando a los que pensábamos y nos atrevíamos a decir lo que pensábamos nos llevaban al cuartelillo. No me callé entonces ni me callo ahora, porque el hombre que dice lo que piensa tiene algo que la mayoría no tiene: ¡Dignidad!

La única manera de acabar con los mentirosos, caciques, manipuladores, tiranos e indignos es no callándose, porque si ellos tienen el poder es porque nosotros se lo hemos dado, pero debemos tener claro (y ellos también) que ese poder es efímero y que quienes realmente mandamos somos el Pueblo, quizá sean más inteligentes de lo que aparentan, y se den cuenta que gobernar no es ordenar y reprimir, y rectifiquen. No hay cosa que yo más desee que recuperar la convivencia entre vecinos, pero eso no se consigue callándonos, debemos volver al debate limpio y constructivo de otros tiempos, las ideas no son peligrosas, los peligrosos son los que las pervierten en su propio provecho. Un consejo: No tengáis miedo, porque deberían ser ellos los que lo tuviesen. La conciencia limpia es lo que te quita el miedo.

P.D. Si alguien piensa que en este artículo he sido muy radical le tengo que decir que me he moderado mucho, ¡como siempre!»