Del humor, y de nuestra condición ridícula y reidora.

Prefiero el humor, no porque sea más grato reír que llorar, sino porque es más desdeñoso (…). El lamento y la conmiseración se mezclan con cierto apego por aquello de lo que nos lamentamos; las cosas de las que nos reímos, las consideramos sin valor. No creo que en nosotros haya tanta desdicha como vanidad, ni tanta malicia como sandez: no estamos tan llenos de mal como de inanidad; no somos tan miserables como viles. (…) Nuestra condición propia es tan ridícula como reidora.

Montaigne. Los ensayos, L (Acantilado, Barcelona, 2007, p.439-440)

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