De las diferencias entre buen gobierno y buena administración

Se construirá ciudad privada en Honduras. 07 de septiembre de 2012      por Guillermo Campos

«La idea de la ciudad modelo nació de la idea de una charter city del economista estadounidense Paul Romer, que comenzaría como un fragmento de territorio inhabitado, del tamaño de una ciudad, así como una Constitución que determinará las leyes que regirán el lugar.

Romer afirma que una buena Constitución atraerá a millones de personas a formar una nueva ciudaddirigida correctamente, atrayendo beneficios para todos y asegurando que mientras más gente viva en ella, será mayor su productividad y mejores sus beneficios.

«La evidencia sugiere que muchas sociedades están atrapadas por reglas deficientes. Moverse hacia mejores normas puede ser mucho más difícil de lo que cree la mayoría de los economistas. La construcción de una charter city es una sugerencia acerca de cómo podemos cambiar la dinámica de las reglas», puntualizó el economista.»»

La derecha neoliberal, con el coro acrítico de la mayoría, insiste en la confusión deliberada entre «buen gobierno» y «buena administración».

Un pais requiere de un buen gobierno, que atienda a los interéses generales y comunes.

Una empresa, en cambio, solo requiere de una buena administración que maximice beneficios de los inversores, dentro de las reglas de juego previamente marcadas por los responsables del buen gobierno del pais donde opera.

Son dos cosas tan radicalmente opuestas que, llevadas a sus últimas consecuencia, son prácticamente irreconciliables, por no decir incompatibles.

El primero procura la redistribución de cargas y beneficios, de cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades, desde una igualdad formal absoluta, tendiendo a una mayor igualdad material en las condiciones de partida, para que las desigualdades efectivas que aparezcan sean solo debidas al esfuerzo y a la inteligencia utilizados con honradez y para el bien común, y siempre dentro de los estrechos límites que permite la solidaridad social. Y como lo que no se paga con dinero, riqueza o poder se puede pagar con honores, las desigualdades producto de ese esfuerzo podrán manifestarse en los honores recibidos de todos, en función de la contribución de cada cual al incremento común de Bien, Belleza o Verdad.

El segundo, en cambio, procura la extracción de recursos de la mayoría, propia y ajena (recursos naturales, capital y/o trabajo), para concentrarlos en unos pocos: cuanta mayor sea esa extracción y esa concentración tanto mejor habrá sido la dirección y administración de la empresa. En una empresa (que no sea cooperativa) no hay bien común que defender, salvo el incremento patrimonial del propietario o colectivo de accionistas. Una empresa se define solo por su objetivo de obtener ganancias para ponerlas a la libre disposición de su propietario. Los intereses de sus administradores son frontalmente opuestos a los de sus trabajadores y a los de las personas que viven y comercian con esa empresa, ya que el administrador procurará consumir todos los recursos (naturales y financieros) del entorno lo más rápidamente posible y extraer el mayor excedente de horas de trabajo humano de sus trabajadores a fin de canalizar todos esos excedentes a sus fondos de libre disponibilidad. Esa es la razón por la que una empresa solo puede ser socialmente útil (individualmente util siempre lo es, faltaría más) cuando está severamente regulada en cuanto a los límites con los que puede operar respecto de sus trabajadores y respecto del uso del entorno natural y social en el que se desenvuelve. La desregulación externa solo puede conducir al colapso social y empresarial, por mero agotamiento de los recursos propios y ajenos. Una empresa sin regulación es como un perro rabioso descontrolado. No tiene cura, y solo puede sacrificársele. Pero el daño que ha hecho, entretanto, es también irreparable, como irreparable es el dolor y la muerte en un universo donde la flecha del tiempo solo tiene una dirección. Los experimentos hay que hacerlos en laboratorio. Y los experimentos sociales, solo con gaseosa.

Proponer y/o permitir la creación de una ciudad privada gobernada por una corporación de empresarios, con leyes y seguridad propias, sin un techo de beneficios por encima del cual se fuerce a la redistribución y sin un suelo de derechos y de obligaciones por debajo del cual la explotación no puede descender, sin restricciones al ejercicio de la libertad individual más allá de las que da el poder individual, sin separación de poderes ni libertad de prensa ni expresión, sustituyendo la defensa sindical por la defensa del consumidor, y reduciendo la carta de DDHH y los derechos civiles y políticos por los criterios de  Responsabilidad Social Corporativa… es una aberración que, conscientemente, solo puede caber en una mente psicópata, o simplemente retorcida y enferma. De sus precursores no tengo dudas; y de los «eruditos» que gastan papel en justificarlo tampoco.

Es algo mucho peor que volver al Medioevo. Es mucho más que la mera privatización de la política y el poder… Es ir hacia una sociedad donde se ejerza un poder casi infinito, fruto de la tecnología y la capacidad económica y militar actual, pero sin los controles que entonces imponía a unos y otros la religión. Un Poder que impone arbitrariamente una Ley, sin Moral y sin Control. Eso, es un campo de exterminio nazi.

El hecho de que se haga y de que se publique, y de que haya gente que vea ese proyecto de esclavitud y prostitución masivas como una muestra de «progreso» y «futuro» ante la crisis política y económica que vivimos (que por cierto crearon los mismos que quieren ahora hacer esa ciudad modelo), el hecho de que funcionarios de un gobierno elegido en las urnas lo autoricen y justifiquen y de que miles de personas (ante la mirada estúpida y envidiosa de otros millones que no cabrán) vayan alli a «trabajar» más o menos engañadas o más o menos forzadas, … y que simplemente no pase «nada», es otra muestra más de hasta qué punto llegan la manipulación y el engaño y esta sedación colectiva en la que nos tienen postrados mientras nos sangran y vampirizan como a ganado.

(Por cierto, quien quiera hacerse una idea de cómo funcionarán estos engendros sociales, no tiene más que intentar acercarse a sus precursores y añadirles algunas luces de neón y glamour: por ejemplo, a alguna maquila, o a una explotación minera, de coltan o diamantes del Congo; o, con menos tecnología, a un campo de esclavos en Mauritania, Sudán o Brasil. El infierno existe en este mundo, y no hay que ir a otro para encontrarlo, ni colocarlo en el lugar de una utopía. Está a la vuelta de la esquina y siempre es el resultado de la ambición unida a la estupidez y a la más abyecta inmoralidad e individualismo.

Pero otro dia hablaremos de la esclavitud, que no solo está en los campos de cereal, ni en los trabajadores atados a una hipoteca, ni en el desempleo estructural unido a la restricción de acceso a los recursos naturales -tierra, agua-. 500.000 mujeres prostituidas solo en España, a plena luz del día y con pleno conocimiento social, político, policial y judicial. ¿Quién es el canalla? ¿Quién arroja la primera piedra?)