El mundo es un pañuelo… pero no es nuestro.

Soy consciente de que lo que voy a decir es muy ácido, pero hay pruebas ya más que suficientes de que las «cosas» son como son y no de otra manera.

Nuestros gobiernos han permitido deliberadamente la lenta y frustrante sangría de los pueblos levantados contra sus dictadores en la llamada «primavera ärabe» para favorecer la victoria de los integristas religiosos. En esa sangría han perecido o han tenido que callar, esconderse o huir todos los que fuesen liberales, demócratas o moderados, quedando solos y campando a sus anchas los radicales del gobierno y de la oposición. La violencia y la impunidad han cerrado el círculo permitiendo que el miedo y la desconfianza alimentaran las posturas más extremas. En esas circunstancias, gane quien gane, como siempre han ganado los más fuertes, que suelen ser los más violentos. Aquí y en Haití, en ausencia de Estado de Derecho, no hay mayor razón que la que da una metralleta.

Ello genera tres grandes beneficios a nuestros ilústres próceres, y a los bancos y empresas que les tienen a sueldo:

– «Apoyar» las revueltas (con la boca chica) da brillo y esplendor democráticos de puertas para adentro y les permite presentarse ante sus electores como grandes defensores de los DDHH. Pero eso si, sin exagerar, que el «realismo político» siempre se esgrime e impone.

– Facilita la sustitución del dictadorzuelo de turno (que, no olvidemos, ha sido puesto en su sitio previamente por los gobiernos occidentales) por una nueva Casta, ahora integrista religiosa y conservadora, tradicionalista, con la que es igualmente fácil negociar sobre intereses empresariales comunes, ya que no pone en cuestión la estructura de propiedad ni las jerarquías. Ellos no quieren cambiar las estructuras sociales… No son revolucionarios, son solo meros golpistas: lo que quieren es cambiar los nombres de los que mandan (es decir, por ellos y sus amigos) bajo la justificación de algún baño o pátina sutil (muy sutil) de religiosidad y dudosa moralidad… No más. Son, digamos, «hombres de mundo» que entienden perfectamente que «la pela es la pela», y no vulgares perroflautas libertarios o aventureros asamblearios, tan difíciles de predecir y manejar. Más realismo político, y asi barrer para casa.

– El integrismo religioso, además, pese a ser un magnífico negocio para nosotros, permite ser utilizado en la propaganda interna como un fantasma o «tio del saco», para sembrar miedo y desconfianza y favorecer los acuerdos comerciales privilegiados con todos los violadores de DDHH del mundo, asi como los programas armamentísticos y la doctrina de la lucha contra el terrorismo global o internacional. No hay como tener un enemigo exterior visible, ruidoso y estúpido como para unir sentimientos internos. Y si no lo hay,  se le inventa o se le construye. ¡Qué gris y aburrido sería este mundo si después de la URSS y el «peligro comunista» no hubiésemos tenido a esos encantadores Islamistas iraníes, a Hussein o a Gadaffi que nos daban una razón para vivir!

Y mientras tanto, mientras los amos arreglan el estropicio que se ha formado en la trastienda árabe, nos entretienen aquí sembrándonos de miseria y frustración. Porque aqui, igual que alli (solo que alli -de momento- con bastante más obscenidad) la Casta y sus amos no conciben otra manera de enriquecerse que no sea a costa del sufrimiento y de la muerte de inocentes. Peor aun: ni si quiera les importa. Aquí, allí,  igual que más allá: porque donde no hay «primavera» simplemente hay democracias de opereta o dictadorzuelos más o menos laicos que bajo los dictados del amo, representado en el FMI y el Banco Mundial, medran obedientes a la sombra del hambre.

Porque el mundo es un pañuelo, todo él. Y de todo él, incluido nosotros, ellos son sus amos.

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http://www.youtube.com/watch?v=EU0zspV7qB4