Y vosotros me preguntaréis, ¿qué tienen que ver?, hombre, tener que ver entre si no tienen nada, pero ya me gustaría que todos fueran igualmente ficciones…
Los otros días, a raíz de una pregunta sugerida por uno de los ponentes en el seminario sobre Bradbury y Fahrenheit 451, se planteó si la sociedad descrita en el libro era una pura distopía, una pura ficción, o si por el contrario se percibía de alguna manera como una amenaza real, o en alguna medida incluso ya presente. Hablamos también de los cambios históricos producidos en el siglo XX, en cuanto a las formas de censura y manipulación social, conseguidas ahora no por el garrote o la inquisición, sino mediante el control de la emisión de la información «relevante» (por el dominio monopolístico de los medios de difusión, la jerarquización de la «noticia» y la introducción de «ruido» en los canales de información -a fin de neutralizar la considerada «no relevante»). Y, ya puestos, por no quedarnos ahí, divagamos sobre cuestiones tan vagas y peregrinas como la democracia, a cuya base se suponían la igualdad y la libertad, que a su vez no funcionarían sin información veraz. Ya veis, casi na’
A la pregunta de si ese mundo distópico era «posible», yo sugerí, de forma meramente provocativa -ya sabéis de mis vicios- que, independientemente de si lo era o no, había quienes «si» lo creían. Y como ejemplo cité el informe de 1975 de la Comisión Trilateral en donde, preocupada por los desórdenes de las democracias, recomendaba su desactivación en beneficio de la «gobernabilidad», el liderazgo y la expansión internacional de los mercados, sobre todo los financieros. Claro, sin ninguna relación con ello, inmediatamente después vinieron los gobiernos de Reagan y Tatcher, el desmoronamiento del bloque comunista y la globalización financiera (que en suma es garantía de protección y libre tránsito de capitales, pero no de personas), la desregulación financiera, el corralito del Euro, la burbuja bancaria, la crisis de las hipotecas y el control mundial por la tecnocracia financiera. Pero todo ello, repito, sin ninguna relación.
Llama la atención que empezáramos el siglo XX en un marco de desregulación financiera en el seno de los Estados nacionales, situación que nos llevó a dos guerras mundiales por la crisis de expansión capitalista… Que la salida de esas guerras fuera un pacto entre los trabajadores (a través de sus sindicatos) y el capitalismo industrial (su patronal), con el férreo control del mercado y la moneda por parte de los Estados (política), para garantizar una paz social basada en el avance progresivo de las condiciones de vida y de ciudadanía, lo que se conoció como el modelo del Estado de Bienestar. Y que las crisis sistémicas del los ’70 pusieran en un brete al hasta entonces exitoso acuerdo, provocando entre otras cosas el informe de la Comisión Trilateral y las políticas subsiguientes de desmantelamiento del Estado de Bienestar y desregulación económica.
El Estado de Bienestar, junto con el aumento del nivel de vida, había producido también un aumento del individualismo (aburguesamiento, pérdida de «conciencia de clase») y de ruptura de los nexos sociales y comunitarios, por lo que la «clase obrera» (ahora autoconsiderada «clase media», porque ya no vivía en condiciones de pobreza -igual que cualquier taxista o zapatero se considera «empresario»-) tras los setenta ya no tenía la fuerza aglutinadora de principios de siglo. El desmantelamiento del Estado de Bienestar solo necesitó de una decisión política y del control informativo, sin encontrar prácticamente oposición social. Y así acabamos el siglo XX, con la misma desregulación financiera de principios, pero en el marco de la globalización y no de los Estados nacionales, con unas relaciones de poder mucho más difusas y un aumento exponencial de las desigualdades sociales. Llama la atención.
Y digo yo, que independientemente de las relaciones causales que se consideren relevantes, el asunto de cómo y por qué transitamos de una situación a otra, para llegar a donde estamos, es un tema que como poco es para pensar.
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Para quien esté interesado, adjunto algunos enlaces que pueden ser útiles:
Enlace a su pagina web, llena de recursos de lo más interesantes, como listado de sus miembros actuales, publicaciones, etc.
Enlace con breve descripción de la Trilateral.
http://es.wikipedia.org/wiki/Comisión_Trilateral
Informe completo (en inglés)
http://www.trilateral.org/download/doc/crisis_of_democracy.pdf
«El pdf incluye uno de los primeros informes, redactado por Michel Crozier, francés, Samuel J. Huntington, estadounidense, y Joji Watanuki, japonés, para la Comisión Trilateral en 1975. Las conclusiones fueron que existían cuatro tendencias que generaban disfunciones en el sistema democrático:
- La deslegitimación de la autoridad y pérdida de confianza en el liderazgo, que son consecuencias de la idea de igualdad y del individualismo; ambas, virtudes del sistema democrático.
- Los efectos de la sobrecarga en la actividad de gobierno por la expansión de la participación política y el desarrollo febril de las actividades estatales.
- La fragmentación de los partidos políticos y la pérdida de identidad de los mismos debido a la intensa competencia partidista.
- El surgimiento de pautas fuertemente localistas en la política exterior, pues las sociedades se volvían nacionalistas.» (Fuente http://es.wikipedia.org/wiki/Gobernabilidad)
Por último, en el siguiente pdf hay un concienzudo análisis de los argumentos que merece la pena seguir:
http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/990/903
Que os divirtais… si podéis!