Brillante y riguroso ensayo del gran sociólogo norteamericano Ch. Wright Mills, en el que se destripan las bases y estructura de la sociedad y el poder norteamericano de postguerra… básicamente extrapolable a la estructura de poder del mundo capitalista global.
Una obra, lamentablemente, de gran actualidad y pertinencia. Como decía Quevedo, de esas que «enmiendan o fecundan» nuestros asuntos.
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WRIGHT MILLS – LA ELITE DEL PODER
Y por último, una sesuda reseña para animaros a la lectura. :)
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C. Wright Mills: La Élite del Poder. Pensamiento y Praxis Sociológica. Su Valor Para la Disciplina de las Relaciones Internacionales
Reseña de C. Wright Mills, La Élite del Poder, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1993. [C. Wright Mills, The Power Elite, Oxford University Press, New York, 1956]
Se ha dicho que dentro de las diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales es posible distinguir dos tipos de investigadores o “productores de conocimiento”: el científico social y el pensador normativo. El primero, abundante en exceso, cumple el rol de generar o ajustar teorías para que sean funcionales a los intereses y estructuras de poder imperantes en una determinada sociedad. El segundo, notoriamente más escaso, se lanza a la cruzada de demoler los esquemas existentes que atan el avance del conocimiento científico y busca abrir campos de debate, de progreso en la realidad cotidiana de una sociedad.
C. Wright Mills (1916-1962) es un fiel ejemplo de éste último tipo. Desde sus escritos sociológicos, fue el exponente intelectual principal del liberalismo radical o progresista de las décadas de los ’40 y los ‘50. Batalló contra el nuevo liberalismo de David Truman, Daniel Bell, Seymour Martin Lipset, Charles Frankel, Richard Hofstadter e incluso Reinhold Niebuhr (1); reveló la inutilidad del behaviourismo de Lloyd Warner y la innecesaria parsimonia de la teoría sistémica de Talcott Parsons.(2) Más significativo aún, llamó la atención sobre las características sociológicas más perversas de los Estados Unidos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, denunciando lo que nadie denunciaba, desde un lenguaje legible por todos. Esquivó las formalidades y abandonó la neutralidad política propia del mundo académico de su época. Su agudo pensamiento sociológico se volvió praxis política a favor de sus valores e ideales, a favor de la “liberación del hombre a través de su razón”.
Sus raíces intelectuales se nutrieron fundamentalmente de la obra de Max Weber, seguido por Thorsten Veblen y en un tercer plano, Karl Marx (si bien Mills se autodescartó como marxista), Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Emile Durkheim. Por ello es que partió en sus estudios desde la visión sociológica tradicional, aquella que analiza a un sistema sociocultural desde su totalidad y en la que poseen centralidad conceptos tales como “poder”, “instituciones”, “clase social”, “élite”, “capitalismo”, “racionalidad” y “burocracia”, entre otros. Con estas herramientas, Mills logró radiografiar la división del trabajo interna de los Estados Unidos. Lo hizo a través de una trilogía: The New Men of Power (1948), donde analiza a las clases trabajadoras en el contexto del New Deal, White Collar (1951) donde explora a las clases medias y sus crecientes vinculaciones con el corporativismo, y The Power Elite (1956), la obra que en esta oportunidad nos congrega, donde aborda los “altos círculos” de la sociedad estadounidense. De acuerdo a Irving Horowitz, su biógrafo y crítico, estas tres obras “ayudaron a definir la literatura crítica sobre la composición de clases en Norteamérica y revelaron definitivamente a Mills como un académico de primer nivel”. (3)
II
El libro La Élite del Poder reintroduce y vigoriza como nunca antes la teoría elitista del poder, en desmedro de la teoría pluralista y de la teoría marxista. A tal fin se basta de quince capítulos donde se interrelacionan temáticas que de otra manera estarían alejadas entre sí. Su tesis central es la existencia en los Estados Unidos de una élite que controla y comanda los recursos de las grandes instituciones burocráticas o “dominios” sobre los que se asienta la sociedad industrial. Estas instituciones son tres: la economía, el aparato militar y el gobierno. De esta manera, la élite se constituye de “ricos corporativos”, “señores de la guerra” y “directorios políticos”. Con el lenguaje claro y estridente que caracterizó a Mills, esta idea central es esbozada en los tres primeros párrafos del primer capítulo (“Los altos círculos”):
“Los poderes de los hombres corrientes están circunscriptos por los mundos cotidianos en que viven, pero aún en esos círculos del trabajo, de la familia y de la vecindad muchas veces parecen arrastrados por fuerzas que no pueden ni comprender ni gobernar. Los ‘grandes cambios’ caen fuera de su control, pero no por eso dejan de influir en su conducta y en sus puntos de vista […]
Pero no todos los hombres son corrientes u ordinarios en este sentido. Como los medios de información y poder están centralizados, algunos individuos llegan a ocupar posiciones en la sociedad norteamericana desde las cuales pueden mirar por encima del hombro, digámoslo así, a los demás, y con sus decisiones pueden afectar poderosamente los mundos cotidianos de los hombres y las mujeres corrientes.
[…] El que tomen o no esas decisiones importa menos que el hecho de que ocupen esas posiciones centrales: el que se abstengan de actuar y de tomar decisiones es en sí mismo un acto que muchas veces tiene consecuencias más importantes que las decisiones que adoptan, porque tienen el mando de las jerarquías y organizaciones más importantes de la sociedad moderna: gobiernan las grandes empresas, gobiernan la maquinaria del Estado y exigen sus prerrogativas, dirigen la organización militar, ocupan los puestos de mando de la estructura social en los cuales están centrados ahora los medios efectivos del poder y la riqueza y la celebridad de que gozan”. (4)
El contenido de su diagnóstico, que parece ser estático, casi ahistórico a simple vista, se sustenta en realidad en un preciso estudio histórico de las “seis o siete generaciones” en las que se podía resumir la historia de los Estados Unidos en aquella época. Esto es visible en la medida en que el lector se adentra en los capítulos medulares. La élite del poder es el resultado de una profunda tendencia doble: el crecimiento y la centralización de las tres instituciones más importantes en la sociedad norteamericana, posible gracias a una “tecnología fabulosa”, y la amplificación de los medios de poder y de las consecuencias de las decisiones que desde ellas se adoptan. (5)
Al abordar dicha élite desde un plano estructural, Mills se cuida de no presentar una teoría conspirativa (6) ni un absoluto determinismo institucional (7), sino que permite cierto juego, cierto acomodo entre actor y estructura, donde el primero crea y destruye a la segunda y donde ésta, a su vez, lo condiciona. El elemento singular en el enfoque es que, si bien “indudablemente, la voluntad de esos hombres siempre está limitada (…) nunca anteriormente fueron tan anchos los límites, porque nunca fueron tan enormes los medios de poder. Esto es lo que hace tan precaria nuestra situación y hace aún más importante el conocimiento de los poderes y las limitaciones de la élite de los Estados Unidos. El problema de la naturaleza y poder de esa minoría es ahora el único modo realista y serio para plantear de nuevo el problema del gobierno responsable”. (8)
La unión (proximidad) entre los “ricos corporativos”, los “señores de la guerra” y “el directorio político” en una única élite se explica por el creciente e intenso tráfico de influencias entre sus ámbitos institucionales.(9) Este fenómeno de intercambios no es necesariamente azaroso, sino estructuralmente intencionado en un sentido que le genera temores al autor: “[…] Hay actualmente en los Estados Unidos varias coincidencias de intereses estructurales importantes entre esos dominios institucionales, que incluyen la creación de una institución permanente de guerra por una economía corporativa privada dentro de un vacío político”. (10) Este es el mensaje político de alarma que Mills pretendió destacar.
En el esfuerzo por dejar en claro quiénes integran la élite y quienes no, el sociólogo, identifica y separa a la clase alta tradicional, de corte local, que ha obtenido su prestigio en el abolengo y en fortunas que se forjaron en el siglo XIX (capítulo 2: “la sociedad local”). También desmitifica “los 400 metropolitanos”, las familias supuestamente más importantes de toda la nación, como un grupo estrictamente definido y estable. El advenimiento de la sociedad de masas, la gran industria y el New Deal han favorecido el ascenso de nuevos ricos, con nuevas costumbres y consumos (capítulo 3: “los 400 de Nueva York”). Finalmente, descarta a “las celebridades” (capítulo 4) de la élite institucional.(11)
En cuanto al dominio económico, Mills propone una lectura desagregada. Por un lado, identifica a “los muy ricos” (capítulo 5); discute las causas de su ascenso, el fenómeno de la acumulación de ventajas una vez en la cima y el impacto de la sociedad anónima en el capitalismo norteamericano. Luego realiza un análisis de la estructura empresarial nacional y destaca el papel de “los altos directivos” (capítulo 6), quienes comandan las corporaciones, aprisionan las innovaciones técnicas y resguardan la gran propiedad. Finalmente, señala la conjunción de ambos en la figura de “los ricos corporativos” (capítulo 7), los miembros de laélite, producto de una “reorganización de la clase adinerada [hacia] un mundo corporativo de privilegios y prerrogativas” (12), y cómo estos utilizan el poder institucional que detentan gracias a sus desorbitantes riquezas.
Sobre el dominio militar el análisis es análogo. En “los señores de la guerra” (capítulo 8) aborda los orígenes y trayectoria de la relación entre la institucionalidad militar y la civil en los Estados Unidos, cómo los militares fueron incorporándose a los “altos círculos” y cómo se ha impuesto una “definición militar de la realidad” en todos los ámbitos cotidianos. (13)
Posteriormente, se centra ya en los militares de la élite (capítulo 9: “la ascendencia militar”) destacando sus principales ámbitos operativos y de interés —la política exterior y las relaciones internacionales, el desarrollo científico y tecnológico nacional y la economía corporativa— y denunciando la configuración de una “economía bélica permanente”.(14)
Por último, en cuanto al dominio político, Mills dedica el capítulo 10 (“el directorio político”) a contemplar la profesionalidad y burocratización del sistema político estadounidense. Su aseveración más importante es que “un reducido grupo de hombres se encarga ahora de las decisiones hechas en nombre de los Estados Unidos”, ellos son los cincuenta hombres de excepción más importantes de la rama ejecutiva del gobierno. (15)
La parte final del libro es donde el autor despliega su perspectiva crítica de forma directa. Arremete primero contra “la teoría del equilibrio” (capítulo 11) como retórica preferida de la minoría, funcionalpara ocultar los estratos superiores y centrar la atención en los niveles medios, pero definitivamente ineficaz para explicar la economía política estadounidense. Tras realizar una caracterización final de la élite del poder (capítulo 12) —en la que repasa entre diversos aspectos sus períodos históricos—, contextualiza la misma en relación al fenómeno de “la sociedad de masas” (capítulo 13), desestimando las visiones liberales clásicas sobre la virtud política de la opinión pública. Tras ello, denuncia “el estado de ánimo conservador” (capítulo 14) de los liberales antaño progresistas, para concluir revelando “la inmoralidad mayor” (capítulo 15) de la minoría poderosa: la organización de la irresponsabilidad y su decrepitud ética.
Evidentemente, el impacto de La Élite del Poder tanto en el público académico como en el público en general fue muy grande. “Pocos libros de su clase han sido tan ampliamente leídos o más vigorosamente debatidos; pocos han preservado tanta relevancia por tanto tiempo […] Sólo un crítico desagradecido podría hoy negarle un lugar central en la historia intelectual de nuestra era”. (16)
III
El valor de la élite del poder para la disciplina de las Relaciones Internacionales es notorio. Tiene utilidad como teoría contextual sobre la toma de decisiones en defensa y política exterior, como ha sido destacado por Roger Hilsman.(17) Mills estudia desde una perspectiva social, institucional e, incluso, psicológica los tipos de actores que controlan y deciden, consciente o inconscientemente, los acontecimientos nacionales, así como los tipos de determinantes que inciden también en ellos. Se cuida, sin embargo, de dejar en claro que “la idea de la élite del poder no implica nada acerca del proceso de adopción de decisiones como tal; es un intento para delimitar las zonas sociales en que se realiza ese proceso, cualquiera sea su carácter. Es una concepción de lo que va implicado en el proceso”.(18)
También tiene utilidad como teoría de gran alcance. Permite abordar la trayectoria más amplia de la sociedad norteamericana entre el 1800 y mediados del 1900. Posee poder explicativo en relación a la historia contemporánea mundial y a las relaciones internacionales de la primera mitad del siglo XX. De hecho, las dimensiones nacional e internacional se integran bajo la coherencia que otorgan conceptos centrales como “clase capitalista” e “industrialización”, entre otros. (19)
Además de ello, en varios pasajes del libro Mills rescata las enseñanzas de E. H. Carr en La Crisis de los Veinte Años (1949) sobre la política mundial con lo que termina configurando una perspectiva ecléctica sobre los asuntos internacionales de gran amplitud y utilidad.(20)
Fundamentalmente, La Élite del Poder es un excelente complemento para los diferentes enfoques estructurales existentes en las Relaciones Internacionales, para comprender la naturaleza de la economía política de los Estados Unidos en tiempos de unipolaridad y hegemonía.
Pero el gran legado del sociólogo trasciende los campos disciplinares así como su utilidad heurística. Como señaló Horowitz, “[l]a tendencia principal de la obra de C. Wright Mills está ligada a la importancia práctica de una ciencia social éticamente viable. Esto se debe a que esa sociología se enfrenta a los hechos con integridad y confirma la integridad actuando en relación con los hechos. Éste es el ‘mensaje’ del más grande sociólogo que haya producido los Estados Unidos”.(21)
* Candidato doctoral, Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM, Argentina). Investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Problemáticas Internacionales y Locales (CEIPIL-UNCPBA).
Notas
(1) Richard Gillam, “C. Wright Mills and the Politics of Truth: The Power Elite Revisited”,American Quarterly, Vol. 27, No. 4, October, 1975, p. 464. Cfr. Stanley Aronowitz, “A Mills Revival?”, Logos 2.3, Summer, 2003.
(2) C. Wright Mills, La Imaginación Sociológica, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1986. Especialmente capítulos “II. La gran teoría” y “III. Empirismo abstracto”. La primera edición en inglés se encuentra como: The Sociological Imagination, Oxford University Press, New York, 1959.
(3) Irving L. Horowitz, C. Wright Mills: An American Utopian, New York, 1983, p. 209.
(4) C. Wright Mills, La Élite del Poder, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1993, pp. 11-12. El primer capítulo presenta y sintetiza el tema general del libro.
(5) “La economía —en otro tiempo una gran dispersión de pequeñas unidades productoras en equilibrio autónomo— ha llegado a estar dominada por dos o trescientas compañías gigantescas, relacionadas entre sí administrativa y políticamente, las cuales tienen conjuntamente las claves de las resoluciones económicas.
El orden político, en otro tiempo una serie descentralizada de varias docenas de Estados con una médula espinal débil, se ha convertido en una institución ejecutiva centralizada que ha tomado para sí muchos poderes previamente dispersos y ahora se mete por todas y cada una de las grietas de la estructura social.
El orden militar, en otro tiempo una institución débil, encuadrada en un contexto de recelos alimentados por las milicias de los Estados, se ha convertido en la mayor y más costosa de las características del gobierno, y, aunque bien instruida en fingir sonrisas en sus relaciones públicas, posee ahora toda la severa y áspera eficacia de un confiado dominio burocrático.” C. Wright Mills (1993), Op. Cit., pp. 14-15.
(6) “La idea de que toda la historia se debe a la conspiración de un grupo de malvados, o de héroes, fácilmente localizables, es también una proyección apresurada del difícil esfuerzo para comprender cómo los cambios de estructura de la sociedad abren oportunidades a diferentes minorías y cómo estas minorías se aprovechan o no de ellas. Admitir cualquiera de ambas opiniones —que toda la historia es una conspiración o que toda la historia es un movimiento ciego a la deriva— es abandonar el esfuerzo para comprender los hechos del poder y los caminos de los poderosos”. C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 33.
(7) “[…] Lejos de depender de la estructura de las instituciones, las minorías modernas pueden deshacer una estructura y hacer otra en la que representan después papeles totalmente diferentes. En realidad, esa destrucción y creación de estructuras institucionales, con todos sus medios de poder, cuando los acontecimientos parecen ir bien, es precisamente lo que va implícito en ‘gran gobierno’, o, cuando van mal, ‘gran tiranía.’” C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 31.
(8) La cursiva es propia. Ibíd.
(9) “Las decisiones de un puñado de empresas influyen en los acontecimientos militares, políticos y económicos en todo el mundo. Las decisiones de la institución militar descansan sobre la vida política así como sobre el nivel mismo de la vida económica, y los afectan lastimosamente. Las decisiones que se toman en el dominio político determinan las actividades económicas y los programas militares. Ya no hay, de una parte, una economía, y de otra parte, un orden político que contenga una institución militar sin importancia para la política y para los negocios […] En el sentido estructural, este triángulo de poder es la fuente del directorio entrelazado que tanta importancia tiene para la estructura histórica del presente.” C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 15.
(10) La cursiva es propia. C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 26. Para una interpretación igualmente crítica pero más nueva sobre este tráfico e imbricación entre poder político (y militar) con el poder económico de las grandes corporaciones en los Estados Unidos para el caso de la administración de George W. Bush véase Sidney Blumenthal, “Republican Tremors”,Open Democracy, October 6, 2005 (extraído el 10 de octubre de 2006), disponible en http://www.opendemocracy.net.
(11) En una lectura que es útil actualmente, Mills aclara que los “famosos profesionales” no son poderosos en un sentido de autoridad; por el contrario son “el resultado que corona el sistema de ‘estrellato’ de una sociedad que ha hecho de la competencia un fetiche. En los Estados Unidos, ese sistema es llevado a tal punto, que un individuo que puede llevar a golpes una pelota blanca por una serie de agujeros en el suelo con más eficacia y habilidad que cualquier otro, sólo por eso consigue tener acceso social al presidente del país.” C. Wright Mills (1993),Op. Cit., pp. 76-77.
(12) C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 144.
(13) C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 194.
(14) C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 205.
(15) C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 219.
(16) Richard Gillam (1975), Op. Cit., p. 461.
(17) Roger Hilsman, The Politics of Policy Making in Defense and Foreign Affairs, Prentice-Hall Inc., New Jersey, 1987, pp. 57-58.
(18) C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 28.
(19) Una prueba de ello yace en el siguientes párrafo: “Ninguna clase gobernante fija, anclada en la vida agraria y con la aureola de la gloria militar, pudo contener en Norteamérica el empuje histórico del comercio y de la industria, ni someter a la élite capitalista, como los capitalistas fueron sometidos en Alemania y el Japón, por ejemplo. Ni pudo la clase gobernante de ninguna parte del mundo contener a la de los Estados Unidos cuando vino a decidir la historia la violencia industrializada. Así lo atestiguan el destino de Alemania y del Japón en las dos guerras mundiales, y también el destino de la misma Inglaterra, de su clase gobernante modelo, al convertirse Nueva York en la inevitable capital económica y Washington en la inevitable capital política del mundo capitalista occidental.” C. Wright Mills (1993), Op. Cit., p. 20.
(20) Ver E. H. Carr, The Twenty Year’s Crisis, Macmillan, London, 1949.
(21) C. Wright Mills, Poder, Política, Pueblo, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1973, p. XXXVIII.
(Fuente: https://revistas.ort.edu.uy/letras-internacionales/article/view/1158 )