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Los dilemas de la economía española – Juan Torres
«Los dilemas de la economía española»
Conferencia de JUAN TORRES (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla) realizada el martes 10 de mayo en el Salón de Actos de CCOO en Valencia.
AUDIO COMPLETO disponible en https://www.ivoox.com/11543419
¿ Qué son los medios de comunicación ?
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¿ Qué son los medios de comunicación ?
Artículo de Juan Pedro Masdemont — ATTAC Andalucía 26 julio 2013
Una de «relato largo» (siempre imprescindible si no se quiere ser además de cómplice, idiota -siempre en el más puro sentido griego-) para hacer un alto en el camino y resituarnos de cara al trayecto futuro.
La mentira de los fondos privados de pensiones
Durante la crisis (estafa) anterior, la de la burbuja del 92, al gobierno de entonces (pseudosocialista) se llenaba la boca con eso de que el sistema de pensiones era «insostenible» (ya veis, qué tiempos) y que había que aportar a fondos de pensiones para asegurarse la vejez…
Yo, entonces era, un chaval, joven e ignorante (ambas cosas mucho más que ahora, que ya es decir), y ante los mensajes apocalípticos, los miles de pagarés devueltos, el paro galopante, los GAL, los Ruiz Mateos, los Mario Conde, los hermanísimos, y la escolarización de la práctica totalidad de los churumbeles del gobierno nacional y autonómico en colegios privados (y religiosos, porque a los laicos solo van los ricos de verdad, no los advenedizos)… voy y le pregunto a mi padre, siempre tan sabio, coherente, inteligente, en suma, … vivido:
– Papá, ¿vos qué harías? ¿Me hago un fondo de pensiones?
Mi papá me llevó hasta una sucursal bancaria, y señalando a un señor trajeado con bigotes detrás de un vidrio blindado me dice:
– Si piensas que el Estado no va a ser capaz de responder en el futuro al pago de las pensiones… ¿qué te hace pensar que ese señor, de aspecto tan honrado y amable que ves detrás del mostrador, va a estar allí dentro de 30 años para devolverte todo el dinero que le hayas dado, centavo a centavo, durante el resto de tu vida?
Hace mucho ya que los Reyes Magos trabajan en Lehman Brothers. Y, qué queréis que os diga: 30 años, son muchos años. En la Historia de la Humanidad seguramente son un suspiro… pero en la vida de un pobre son una eternidad, sobre todo si hay que vivirlos en la miseria.
…
El siguiente artículo, muy recomendable, nos habla de algo que a mi siempre me resultó de lo más interesante:
¿cómo se diseña una acción criminal, de manera que consigas hacer cómplice de la misma a las propias víctimas?
Eso evidentemente no cualquiera lo consigue, y seguramente como poco hay que pasar por Harvard (o similares).
«Resulta enormemente paradójico que sean los propios ahorros de los trabajadores, materializados en los fondos de pensiones -especialmente los de aquellos países en que las pensiones públicas están externalizadas-, manejados por las entidades financieras y a través de los mercados, los que presionen para desarmar el Estado social e imponer las condiciones económicas más regresivas.»
ATTAC 21 julio 2013 por Juan Francisco Martín Seco.
La silenciada lucha de clases
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Enlace al artículo de Vicenc Navarro (Público, 2jul2013)
No tiene desperdicio, y para muestra bien vale un botón:
«No hay manera más fácil de demostrar que España tiene clases sociales que mirar a nuestro alrededor, observando dónde vive la gente, cómo vive y cuándo muere. Cojan ustedes un taxi y conduzcan por los barrios de Barcelona. Verán ustedes que hay claramente barrios burgueses, barrios pequeño burgueses, barrios de clase media y barrios de clase trabajadora, que a su vez pueden diferenciarse entre clase trabajadora cualificada y clase trabajadora no cualificada. Verán fácilmente que no es cierto que todos los barceloneses vivamos en barrios de clase media. Y verán también como el tipo de comercio va orientado a distintas clases sociales. Y si miran las tasas de mortalidad verán que siguen un gradiente según su clase social, de manera que en España un burgués, como promedio, vive diez años más (sí, diez años más) que un trabajador no cualificado en paro crónico.»
Los Derechos Humanos y el Capitalismo
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Los Derechos Humanos y el Capitalismo. ¿Son compatibles?
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LOS DERECHOS HUMANOS ANTE LAS CRISIS CAPITALISTAS
Brillante artículo de Guillermo García, publicado por Attac (10 dic 2012)
No se puede cobrar a un muerto
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La eurozona prepara un frente común contra el FMI sobre Grecia
El Eurogrupo alcanza este martes un acuerdo político para evitar una quita de la deuda
¿Alguien sabe lo que quiere decir todo ese palabrerío? Pues deberíamos, porque parece ser que es la gran cuestión «ética» de nuestro tiempo.
Entre las lindezas que desgrana el artículo, entre otras, dice que:
– Los tecnócratas del FMI han propuesto una QUITA a la deuda pública griega para dejarla en el 120% del PIB (algún tipo de valor mágico, a partir del cual ellos entienden que puede prestarse dinero a los mangantes que gobiernan Grecia). Esta quita no se realiza por cuestiones jurídicas o morales, tipo deuda odiosa, ilegítima, injusta, delictiva, ni mucho menos pretende investigar y aclarar el origen de la misma, sino simplemente por «sentido práctico»…: no se puede cobrar de un muerto.
Esta es una lucha de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la está haciendo, y la estamos ganando (Buffet, 2006)
El Gobierno rechaza la creación de un banco de tierras para los desempleados. (IU acusa al Ejecutivo central de renunciar a la creación de empleo como prioridad. El Pais, RAÚL LIMÓN Sevilla 26 OCT 2012 – 23:19 CET)
Normal, si ponen tierras públicas en explotación disminuiría el desempleo…
Pero resulta que el desempleo es una inmejorable herramienta para acobardar a la población, bajar sueldos, precarizar el empleo y reducir servicios sociales.
Esto no es nuevo. Ha sido el procedimiento clásico, desde hace 250 años, que en América latina, Africa y Asia conocen sobradamente. Lo que es nuevo es que se haga en Europa, después de la 2da Guerra mundial. Y esto si que es nuevo, porque rompe el pacto social que garantizó la paz tras la guerra y desmovilizó al comunismo en aras de un reformismo que permitiera el progreso de los más desfavorecidos, compatible con el enriquecimiento de las elites, sin necesidad de recurrir a la violencia social.
Pero parece que tanto unos como otros lo hemos olvidado, y los kamikazes ignorantes que nos gobiernan nos van a forzar por enésima vez a defender nuestra dignidad y bienestar por la fuerza y no con la razón. Es muy triste volver atrás. Pero esto no lo hemos hecho nosotros. Nosotros solo somos responsables de haberlo permitido.
Como dijo Warren Buffet ya en 2006 -y nadie le hizo caso- «esto es una lucha de clases, pero es mi clase, la clase de los rico la que la está haciendo, y la estamos ganando»
«There’s class warfare, all right, but it’s my class, the rich class, that’s making war, and we’re winning.» (New York TImes, By BEN STEIN. Published: November 26, 2006, In Class Warfare, Guess Which Class Is Winning).
No habrá más pena ni olvido
Cita
Hojeando «El mundo de Ayer» cayó de mis manos un viejo recorte de prensa que en su momento guardaría y olvidé entre sus páginas: era un artículo de Sergio Ramirez, «No habrá más pena ni olvido».
Los viejos y amarillos recortes tienen para mi un no se qué especial, son como una máquina del tiempo, capaces de transportarme, dentro mío, a épocas olvidadas de las que ya solo queda recuerdos fugaces y una mezcla inconexa de imágenes, olores y emociones.
Aquellos eran los años del «corralito», algo por entonces tan lejano a España como hoy amenazadoramente cercano.
Al releerlo no pude evitar volver a sentir el amargor en el estómago, el sufrimiento de mis seres queridos y amigos, de mis compatriotas, de todos esos millones de indefensos entregados sin remedio al expolio y al sacrificio.
En esa época, no obstante, no pude compartirlo con nadie. Estaba solo. Mucho más solo de lo que nunca pueda implicar la mera soledad física. Lo leí con dolor y con dolor lo tuve que guardar, solo, solo para mi. Nadie lo entendía… nadie me entendía, ni cercanos ni parroquianos. ¿Cómo podía pasar eso? Desde esa soberbia tan exclusiva y típica de la ignorancia, en España eso se veía con sorna, como algo propio de lejanos «paises bananeros». ¡»Eso» no podía pasar en aquí, hombre!, porque en España había una democracia asentada, unas instituciones… ¡y estábamos en Europa!.
¿Tánto tiempo pasó?
Hoy, metidos como estamos en el estercolero hasta la cintura, víctimas pasmadas, pasivas e indefensas del derrumbe del Estado de Bienestar y del asalto sincronizado a nuestra cuenta bancaria, a las libertades y derechos políticos y civiles, con los esbirros de los amos de nuestras vidas, trabajo y ahorros instalados en el Congreso, en la judicatura y los medios de comunicación, manejando a su capricho el monopolio de la fuerza pública y definiendo a su conveniencia el concepto de lo legal y de lo legítimo, quizás este artículo tenga y merezca una segunda relectura y una nueva interpretación.
A esa consideración lo someto, y a la esperanza de que más pronto que tarde no haya más penas ni olvido.
Por Sergio Ramírez, escritor nicaragüense. El País, 19 de mayo de 2002.
«Desde la verdura en harapos del trópico bananero, yo quería ser argentino en aquellos ya remotos años cuarenta que fueron los de mi infancia. Un primo rico se daba el lujo de mandar a empastar los números de Billiken, y en esos tomos tan preciados descubrí La dama del perrito de Chejov, y El Oso de Faulkner, cuando aquel primo se dignaba prestármelos. Me quedaba leyendo hasta altas horas de la madrugada a la luz de un foco de mano, embozado bajo la sábana, para no ser descubierto en el delito del desvelo, Billiken y también los números de El Peneca. Todavía se sigue llamando penecas en Nicaragua a las revistas de historietas. Y me identifiqué con Patoruzito,el indiecito semidesnudo de las pampas, aprendí lo que era una boleadora y un ombú, y gané mi primer antihéroe en su adversario Isidoro, el porteñito engominado. Civilización contra barbarie.
Aprendí también desde entonces la palabra canillita, porque un niño inválido, que vendía periódicos por las calles de Buenos Aires, apoyándose en una muleta, era capaz de transformarse en el Capitán Maravilla con sólo pronunciar la palabra mágica SHAZAM (compuesta por las iniciales de Salomón, Hércules, Atlas, Zeus, una que he perdido, y Marte), y ya en su investidura de héroe poderoso abatía a puñetazos a la peor ralea de maleantes que se ocultaban en los meandros del barrio de La Boca.
Y hay más. Mis libros de lectura de la escuela primaria venían también de Argentina, y me acostumbré a que la bandera patria que figuraba en la primera página de esos libros, tan parecida a la de Nicaragua, tuviera ciertas ligeras variantes con la mía; apenas un poco más pálidas las franjas azules, y en la franja blanca del centro, en lugar del escudo de cinco volcanes, un sol resplandeciente. Y Eva Perón. En la pobre biblioteca de mi escuela, donde todos los libros alcanzaba en unos cuantos estantes de pino, no había mejor momento para mí que el de entregarme a repasar las páginas de un álbum de fotos a colores pastel dedicado a aquella primera dama caritativa de moño perfecto y sonrisa angelical, que venía a ser como la reina del mundo, y que tantos años después reviviría para mí en la espléndida novela Santa Evita de Tomás Eloy Martínez.
Pero también tengo en mi vida a la Editorial Sopena Argentina, con sus libros a dos columnas en los que leí Los Miserables, El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, y la Editorial Kraft, que publicaba cuentos japoneses y poemas chinos con delicadas ilustraciones, y aún más tarde, mi encuentro con En busca del tiempo perdido, traducido por Pedro Salinas, en los libracos en cuarto mayor de tapas de cartón y hermosa letra, tal vez de la casa editorial Salvador Rueda, mal me engañe la memoria; más Trilce, el Canto General, El romancero gitano,y Marinero en Tierra, unos tomitos en rústica de cubiertas grises, con el sello de Losada, tiempos dichosos en que los libros de poesía eran tan baratos.
Era la pujante Argentina de Juan Domingo Perón. Una Argentina capaz de llegar con sus masivos embarques de libros hasta las costas de Centroamérica, a los mismos muelles donde atracaban los barcos refrigerados de la flota blanca de la United Fruit Company a recoger los racimos de fruta que eran nuestra insignia de banana republics. Los diputados, decía Sam Zemurray, quien inventó aquel negocio fabuloso del banano, eran más baratos que las mulas, según recuerda en Hora Cero Ernesto Cardenal.
Mi infancia pertenece también a la voz de Carlos Gardel en las roconolas de las cantinas, una voz que venía desde la eternidad, y ante la que lloraban de auténtica pena los borrachos despechados; y sus películas, vistas una y otra vez por el mismo público ávido en el único cine del pueblo, a la luz de las estrellas, y a causa de tanto Gardel en las vidas cotidianas es que a un carpintero de ataúdes, que llevaba las uñas manchadas de maque, lo llamaban Canejo, por aquello de ‘fuerza, canejo, sufra y no llore…’
Mis libros de lectura escolar hablaban de graneros colmados, ferrocarriles que atravesaban la pampa, infinitos hatos de ganado, barcos que partían pletóricos de mercancías. En el país del que venían los libros y las historietas, los niños iban a la escuela pública de uniforme, como no ocurría en Nicaragua, donde no había siquiera bancos para todos los alumnos. Cómo aquel niño que era yo no iba a querer ser como los argentinos, así como los argentinos querían ser como los europeos.
Pasaron los años. Poco antes de que Perón fuera derrocado, cuando las arcas repletas de lingotes de oro empezaban a vaciarse en el Banco de la Nación, gracias a las más variada suerte de corruptelas, y a la mano munificente de Santa Evita, el viejo Somoza fue recibido con toda pompa en Buenos Aires, y Perón llenó para él la Plaza de Mayo con un millón de personas. Conservo esas fotos, los dos en el balcón de la Casa Rosada, en arreos militares de gala, frente a la inmensa multitud. Más tarde, en triste pago, Perón fue acogido en su exilio en la calurosa y provinciana Managua, y se alojó en los aposentos del Palacio Presidencial de Tiscapa. Ese año de 1956 mataron a Somoza, y Perón huyó, temeroso de su mala estrella, a refugiarse en brazos de Trujillo a la República Dominicana.
Isabelita Martínez, a quien Perón había conocido en Panamá en unnight-club, cuando iba precisamente rumbo a Managua, llegó a convertirse en presidenta, y tuvo por consejero áulico a López Rega, un brujo de arrabal que era, además, jefe de una banda de sicarios, una ‘mano blanca’, como las de Guatemala, o El Salvador. Argentina ya no parecía el país europeo que era en las páginas de mis viejos libros escolares, sino una república bananera, como cualquiera de las nuestras.
Una cabaretera presidenta. Un brujo asesino, su prestidigitador del poder. Eso no podía ocurrir sino en una república bananera. Y después, las desapariciones masivas, los prisioneros lanzados desde los aviones en alta mar, enterrados en bloques de cemento en el fondo del Río de la Plata. Eso es lo mismo que ocurría en Guatemala y en Nicaragua. Y luego Menem, un chulo disfrazado de prócer, con patillas a lo General San Martín, también venía a ser tan centroamericano en sus ínfulas perdularias.
Ahora que tantos argentinos descuajados de la normalidad de sus vidas se quieren subir a los viejos barcos en que sus antepasados llegaron desde Calabria, o desde Marsella, o desde Vigo, a buscar un refugio quizás imposible frente a la catástrofe que la repetida corrupción ha traído sobre Argentina, el rollo de película es echado a andar, pero hacia atrás. La civilización y la modernidad con que tanto soñaron todos los que desde el siglo XIX ansiaron ser europeos, y con la que soñamos en el calor del trópico, donde huele a frutos demasiado maduros, todos los que quisimos ser argentinos, se caen a pedazos como las bambalinas de un escenario en ruinas.
Pero yo sigo queriendo ser argentino. No sólo por mi infancia nunca perdida. También por Lugones, por Borges, por Cortázar, por Osvaldo Soriano, por Tomás Eloy Martínez, y, por supuesto, por Gardel. No más les digo que esperemos, que ya vendrá el día en que no habrá más pena ni olvido.»