INTRODUCCION A LA TEORIA DEL VALOR-TRABAJO

(Jorge Negro, La Morada, Valencia, 16, 24 febrero y 2 de marzo de 2017).

Actividad didáctica compuesta de 3 sesiones de dos horas.

Objetivos:

  • Presentar clara y brevemente los conceptos de: valor, trabajo, empleo, mercado, mercancía, dinero, precio, capital, desposesión, dependencia, salario, explotación, alienación, pauperización, ideología.
  • Alcanzar una visión de conjunto del modo de producción capitalista y nuestra situación en el mismo.

Contenidos:

Primera sesión: LA MERCANCIA (16-2-17)
• Objeto, bien, utilidad.
• Valor de uso, valor de cambio, valor.
• Trabajo humano concreto como productor de valores de uso, y trabajo humano indiferenciado como sustancia y medida del valor.

Segunda sesión: MERCADO (24-2-17)
• Formas de expresión del valor: su evolución. Del trueque al dinero como signo de valor.
• División del trabajo.
• Dinero como medio de circulación: MDM.
• Dinero como medio de compra: MD–DM y D-M-D.
• El fetichismo de la mercancía: modos de producción no fetichistas.
• Consumo y Atesoramiento.

Tercera sesión: CAPITAL (2-3-17)
• Capital Comercial, Capital Industrial y Capital Financiero: D-M-D’ y D-D’
• Desposesión y Acumulación.
• Fuerza de Trabajo como productora de mercancías.
• Fuerza de Trabajo como mercancía.
• Plustrabajo, Plusvalor, Jornada laboral.
• Plusvalor absoluto.
• Plusvalor relativo.

Enlaces a TODOS los videos y materiales:

0 Presentación y plan de trabajo.
– Video: https://youtu.be/8kVKBd7s1LU

1 Charla 1. LA MERCANCIA (16-2-17)
– Video: https://youtu.be/6pzlmXmFSyY
– Turno de preguntas: https://youtu.be/wF6CnWo4Psg
– PowerPoint: https://1drv.ms/b/s!AlEZdcJH_Qav5QoGml5va3O5ziJy

2 Charla 2. EL MERCADO (24-2-17)
– Video: https://youtu.be/q_oS-yd8Y0w
– PowerPoint: https://1drv.ms/b/s!AlEZdcJH_Qav5HKD-v6CI9ptkhR4

3 Charla 3. EL CAPITAL (2-3-17)
– Video: https://youtu.be/FWDnxJMGXdU
– PowerPoint: https://1drv.ms/b/s!AlEZdcJH_Qav5QiI-14Wp-xm3CPj

 

Esquema de la actividad, bibliografía y material complementario.

Cartel Teoria del Valor Podemos 16806964_10210512408660381_2260955075065973433_n 16938598_10210566266846802_7948506924595934615_n 16640923_10210566267486818_7669199864988810366_n

Conceptos básicos de El Capital.

Jorge Negro Asensio

Aldaia, 28 de noviembre de 2014.

Presentación y resumen de los primeros 8 capítulos de El Capital (tomo I) de K.Marx.

(A continuación solo se reproduce la INTRODUCCIÓN, resto del documento disponible en el enlace  CONCEPTOS BASICOS DE EL CAPITAL).

http://people.safecreative.org/conceptos-basicos-de-el-capital/w1411232582049

 

INTRODUCCIÓN

Estado de la cuestión.

“La opulencia y la extravagancia de una minoría selecta es la condición indispensable para el progreso general” (Alejo Vidal-Quadras dixit 13- jul-2014)

Este es el “estado del conocimiento” a 2014. Pero no debería sorprendernos; barbaridades como esta ya se decían en 1714:

«Había una colmena que se parecía mucho a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban bribones, ni malos médicos, malos sacerdotes, malos soldados, malos ministros. Y por supuesto, tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes, y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. Cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios, y sin embargo la nación no era por ello menos próspera. Los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y esta felicidad, al bienestar de los particulares.

Pero un funesto dia se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, y tuvieron la singular idea de no querer en adelante otra cosa que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, y pronto comenzó la ruina de la colmena. Desaparecidos los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Acabadas las disputas, se interrupieron los juicios y con ellos la necesidad de jueces y abogados. Las abejas, se volvieron económicas y moderadas: no más lujos, no más arte, no más comercio, y la desolación, en suma, fue general.

La conclusión fue inequívoca: Dejad, abejas, de quejaros: sólo las tontas se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben resplandecer, si queremos gozar de sus dulces beneficios». (Bernard de Mandeville, La fábula de las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982).

Uno podría pensar que Mandeville estaba bromeando, incluso que hacía una crítica divertida y mordaz a las sinvergüencerías de la clase dirigente su época. Pero no, para nada. Mandeville, hablaba muy en serio:

«Allí donde la propiedad está bien protegida, sería más fácil vivir sin dinero que sin pobres, porque ¿quién haría sin pobres el trabajo?… Se debe velar para que los pobres no mueran de hambre, pero no deben recibir nada que valga la pena ahorrar. Y si con todo, un pobre, gracias a una diligencia extraordinaria y apretarse el cinturón, prospera, nadie debe impedírselo; el ahorro es la mayor virtud individual. Pero a todas las naciones ricas les interesa mucho más que sus pobres gasten continuamente todo lo que perciben… pues los que se ganan la vida con su trabajo diario no tienen nada que los ayude tanto a ser serviciales como sus necesidades: estas, es prudente mitigar, pero es insensato curarlas. La única cosa que hace diligente al hombre que trabaja es un salario moderado: si es demasiado pequeño lo desanima o, según su temperamento, lo empuja a la desesperación; pero si es demasiado grande, se vuelve insolente y perezoso… De donde se desprende que en una nación libre, donde no se permite tener esclavos, la riqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos. Porque además de ser la fuente inagotable de las armadas y los ejércitos, sin verles no habría ningún disfrute y ningún producto tendría valor. Por eso, para hacer feliz a la sociedad y para contentar al pueblo aun en su mísera situación, es necesario que la gran mayoría siga siendo tan ignorante como pobre. Pues el conocimiento amplía y multiplica nuestros deseos, y cuanto menos desee un hombre tanto más fácilmente podrán satisfacerse sus necesidades» (Mandevill, B. Citado en Marx, K. El Capital, tomo I, cap XXIII)

Estas cosas se podían decir y discutir siempre y cuando la población lectora no superara el 1% de la sociedad, coincidente además con la clase dirigente. 150 años después, la alfabetización universal obligó modificar el discurso, aunque de vez en cuando sigan apareciendo un Vidal-Quadras, un Warren Buffet o un Sheldon Adelson mostrando en su lengua las pústulas de podredumbre del sistema.

 

¿Por qué hay que leer El Capital?

Primeramente, porque al Capital le pasa lo que al Quijote: que todo el mundo lo cita y comenta, pero muy pocos lo han leido de primera mano.

  • Algunos, quizás, porque han llegado a él a través de las gafas de otros autores, “facilitadores” cuya explicación puede llegar a ser tan oscura que frustre toda comprensión y acobarde cualquier intento posterior de abrevar en el original.
  • Otros, porque han sido víctimas de traducciones nefastas, algo que puede ser incapacitante cuando se llega a partes del texto de innegable aridez o complejidad.
  • Y otros, seguramente la mayoría, porque sumado a lo anterior, han hecho suyo el bulo dominante de que se trata de una obra desfasada, caduca, prescindible. Que el mundo ha cambiado, que el capitalismo globalizado y financiero ya no es el mismo… Que el marxismo es una teoría del crecimiento y del pleno empleo, y que ahora hay que abogar por decrecimiento y la renta básica. Que el modelo social que Marx propone es utópico. Que el socialismo real ha fracasado… En fin… Argumentos, hay muchos.

Menuda sorpresa se llevarían, unos y otros, si pudieran acceder sin filtros a la obra original, en alguna de las magníficas traducciones de que hoy disponemos.

  • Los primeros, encontrarían que el Capital es una obra diáfana, cristalina. Compleja y profunda, sin duda, pero extraordinariamente pedagógica y agradecida ante el esfuerzo del lector. Una obra científica y filosófica imponente, pero escrita no para científicos ni filósofos, sino con la firme voluntad de ser comprensible a cualquier obrero con un nivel de comprensión lectora de bachillerato, o de EGB bien aprovechada.
  • Los últimos se encontrarían con que de nada de eso trata El Capital. El Capital es una obra muy modesta: trata simplemente (y nada menos que) de las bases fundamentales de la economía capitalista; de su origen, de su estructura y funcionamiento profundos, de las leyes que lo rigen y de las tendencias por las que además no puede ser de otra manera.

Decir que El Capital está obsoleto, y que en su lugar hay que dedicar el tiempo a estudiar teorías alternativas, o finanzas o relaciones internacionales, es como sostener que hay que estudiar computación, química o estadística … en vez de algo tan antiguo como la aritmética.

Sería una ingenuidad, si no fuera porque no lo es: se trata de un mensaje cuyo fin es disuadir de su lectura. No quieren que lo leamos.

Y no lo quieren, porque al igual que todo empresario sabe que las decisiones estratégicas de su empresa se toman contando con los dedos (y que la estadística solo es útil para justificar o esconder chanchullos), el capitalista sabe que el ABC de su negocio está en El Capital. Sin el fundamento de El Capital, la mayor parte de lo que se enseña bajo el epígrafe de “economía política” no es más que el manto de ruido e ideología con el que hoy se encubren las relaciones de explotación, y se justifican las decisiones políticas que mantienen el statu quo en un mundo alfabetizado e interconectado.

Explotacion, desigualdad social, violencia, manipulación las hubo siempre, toda vez que alguien fue capaz de apoderarse de recursos, medios de producción o medios de subsistencia. Lo que llamamos progreso, puede resumirse en la evolución histórica de las formas de extraer plusvalía, y de contener o desactivar revueltas sociales.

“Nadie es lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber.” (Rousseau, J.J. Del Contrato Social)

El capitalismo es solo la forma peculiar en que una sociedad mercantil extrae la plusvalía mediante el trabajo asalariado y el consumo. Y El Capital, es su gran desvelador. Probablemente, el único esfuerzo de desvelamiento completo y sistemático del capitalismo, hecho con toda ingenuidad, disponiendo de toda la información, y previamente a la puesta en marcha de su maquinaria de ocultación. Hasta hoy.

La Revolución Francesa había mostrado que otro mundo era posible. Pero la Santa Alianza y la Restauración, en firme alianza con la alta burguesía, también habían dejado claro que no volverían a permitir vacíos de poder, ni cambios políticos ni económicos, sin poner sobre la mesa cuantos muertos ajenos fueran necesarios. Democracia y revolución condenados a ir de la mano. Pero la revolución general nunca se produjo; y los alzamientos del 48 (igual que ocurriría más tarde con la Comuna de París) acabarían ahogados en sangre.

Marx tuvo que huir y exiliarse en GB.

A partir de entonces se dedicó obsesivamente a dos actividades:

  • Promover y organizar la asociación de trabajadores, procurando entender y romper la falsa conciencia que impedía a los obreros desligarse de la ideología de la clase dominante (fenómeno que dicho sea de paso no sería empezado a comprender -entre otros, por los modelos antropológicos del Materialismo Cultural- hasta los años 80 del siglo pasado)
  • Tratar de desentrañar las leyes que subyacen a la economía capitalista.

Dedicó 20 años a bucear en la Biblioteca del Museo Británico, estudiando Historia, economía clásica, y sobre todo los datos de las extraordinarias estadísticas recogidas en los Libros Azules del gobierno inglés.

En 1867 dio a luz la primera edición de El Capital, pero la actividad política, el esfuerzo titánico de redacción del primer tomo, y la obsesión correctora de las sucesivas reimpresiones frustraron la publicación de los dos siguientes, de los que solo quedaron borradores y notas que post mortem Engels, la hija y el yerno de Marx se encargarían de publicar.

Marx murió el 14 de marzo de 1883, apátrida, y a su entierro solo acudieron 9 personas.

Sin embargo, la obra que nos legó dio lugar a una revolución política e intelectual; y hoy, aunque no se lea, es un clásico:

  • Primero, porque es una obra científica mayúscula, de apabullante vastedad, realizada con meticulosidad y precisión tan asombrosas que 150 años después sigue permitiendo a cada generación múltiples relecturas.
  • Y segundo, porque para nuestra desgracia y contra todo pronóstico, no perdió vigencia ni capacidad iluminadora. El capitalismo industrial nacional, para el que Marx formuló sus leyes, fue capaz de superar una tras otras todas sus contradicciones y crisis sistémicas, derivándolas bien sobre los trabajadores o sobre otras regiones del planeta, sobreviviendo a dos guerras mundiales, a los fascismos y comunismos, y llegar hasta nosotros reconvertido en capital financiero globalizado, trasponiendo todos los elementos que Marx había descrito para un entorno nacional acotado, a un nuevo entorno también acotado pero a escala planetaria.

El Capital década tras década sigue saliendo desde el fondo de las bibliotecas como un foco incómodo, para iluminar una y otra vez y poner ante nuestra vista todo lo que nos esconden … y también lo que no queremos ver.

La vida material de los hombres domina y condiciona el desarrollo de la vida social, política e intelectual. Por eso, toda posibilidad de libertad individual y colectiva pasa por el conocimiento profundo de las leyes que determinan nuestra vida material. Conocimiento, para la autoconciencia; autoconciencia para la emancipación.

Ese y no otro era y es el cometido de El Capital: poner de manifiesto las leyes y tendencias que subyacen al modo de producción capitalista, y correr el velo del relato dominante que esconde la desigualdad y la explotación. Correr el velo para alumbrar la estructura de lo real y dar una oportunidad a la acción humana y a la libertad.

Hoy, fuera del ámbito académico, prácticamente ni se le lee ni se le discute. Las referencias a El Capital no pasan de frases hechas, descontextualizadas y privadas de su poderoso aparato argumentativo. Sin embargo, nos es aplicado a diario y con fervor por los teóricos y técnicos del poder. Convendría tenerlo presente, al menos para reconocer ciertos gestos y verlos venir.

La clase obrera sucumbió a la falsa conciencia y al consumismo igualador, renunciando a la movilización de clase y sindical, olvidando que lo que distingue al asalariado del burgues no es su nivel de consumo sino la propiedad de los medios de producción y el acceso a los recursos naturales. Una renuncia que, no sabe, llevaba aparejada la renuncia a la ciudadanía, puesto que sin igualdad material no hay igualdad legal, y ante derechos iguales siempre gana la fuerza. Una tragedia, más tragedia aun por anunciada.

A quienes ya conocéis la obra, seguramente muchos en este foro, os invito a releerla. Personalmente, si diez veces la he leído, diez veces me he sorprendido con ella: es inagotable. Y a quienes todavía no lo habéis intentado, os invito a leerla: no se trata solo de una de las obras más importantes de la historia del pensamiento universal, sino que pocas puede haber hoy más pertinentes.

No está demás insistir en que se trata de una obra que a veces puede resultar difícil, pese al esfuerzo de su autor, con pasajes verdaderamente áridos, sobre todo los primeros 4 capítulos, por añadidura los más importantes. De esto, Marx era consciente:

“Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias”. “Nada puedo contra esto, salvo advertir y prevenir a los lectores que buscan la verdad. En la ciencia no hay caminos fáciles, y solo podrán acceder a sus cumbres luminosas quienes no teman fatigarse escalando por senderos escarpados” (Marx, K. El Capital, tomo I. Prologo a la edición francesa, 1872.

Con esto a la vista, y con la muy modesta intención de allanar el camino de su lectura, a continuación intentaré un breve resumen, un escueto mapa, de los primeros capítulos de El Capital. Ojalá sea un estímulo, y no otro obstáculo más, para quienes luego quieran acercarse de primera mano al original.

Jorge Negro Asensio

Aldaia, 28 de noviembre de 2014

 

MATERIALES y actividades.

La edición recomendada de El Capital es:

MARX, K. – EL CAPITAL – TOMO I (Ed. Siglo XXI) Traducción y notas de Pedro Scarón, sobre la última edición supervisada personalmente por Marx.

◦ Enlace a PDF: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/

◦ Audiolibro en mp3 para discapacitados visuales (solo texto, sin notas) http://jornea.blogs.uv.es/2012/07/27/marx-el-capital-tomo-i-sin-notas/

Además, todos los años en febrero, se inicia una lectura pública, colectiva y discusión en voz alta, de la obra completa (linea a linea). Es una actividad no erudita, dirigida a ciudadanos en general. Duración 12-15 meses, en sesiones semanales de 2 horas: Seminarios de Lectura de El Capital. http://jornea.blogs.uv.es/seminarios-de-lectura/

 

Enlace al documento completo, CON EL RESUMEN CAPÍTULO A CAPÍTULO:

CONCEPTOS BASICOS DE EL CAPITAL

La Democracia y la Ley: una historia de violencia.

Enlace

La democracia y la ley: una historia de violencia

Público, 11ene 2013
Por Miguel Ángel Sanz Loroño

Investigador de la Universidad de Zaragoza

«Circula un lugar común en estos meses que tiende a reducir la democracia al respeto a la ley. En el Leviatán de Thomas Hobbes, obra magna del pensamiento conservador, podemos leer que “es el hombre y sus armas, y no las palabras y las promesas, lo que afirma la fortaleza y el poder de las leyes”. Hobbes vivió en tiempos de revolución y no se llamaba a engaños. Para él, esas leyes no eran ni podían ser otra cosa que la expresión de un orden social concreto. Dos centurias más tarde, el inspector Javert de Los miserables de Victor Hugo afirmaba su fe ciega en la legalidad. La ley es la ley, pensaba, y no tiene ni origen, ni intereses ni fin. No es que Javert no compartiese el criterio de Hobbes; simplemente lo había olvidado.

La ley no es el mandato de una zarza ardiendo. En un artículo para la Gaceta Renana, un joven Karl Marx escribió sobre un hecho particular. Para los campesinos renanos, la libre recolección de leña en sus bosques era imprescindible para su supervivencia y un derecho ganado a su señor feudal. De la noche a la mañana las relaciones cambiaron y el bosque se privatizó. Y la nueva legalidad liberal dijo que ya no se podía recolectar leña, sino que había que comprarla. El castigo contra el infractor sería (y fue) en adelante muy duro.

En la transición al capitalismo, en primer lugar se precisaba imponer una nueva legalidad a los grupos sociales reacios al nuevo orden. Y en segundo lugar, se debía convertir sus orígenes en un mito, olvidar que la partera de la ley era la fuerza. Era necesario que se repitiese el patrón del capitalismo, cuyos inicios estuvieron marcados por la acumulación de unos gracias a la desposesión violenta de otros, frecuentemente campesinos. Solo así, mediante un marco jurídico hecho por los propietarios contra los no propietarios pudo desarrollarse el capitalismo. La llamada hidra de la revolución tenía que ser constantemente descabezada por la ley y las armas, sus proyectos cercenados y el registro de todo ello olvidado.

Si, como sostiene el lugar común mencionado, la democracia es el respeto que Javert tiene por la ley, quizá podría deducirse, para escándalo de algunos, que regímenes como el franquismo fuesen exquisitamente democráticos. También podría colegirse que la esclavitud, tal y como pasó en Estados Unidos hasta 1865, fuese una institución perfectamente democrática. La democracia, temida en origen como la tiranía o la anarquía de los no propietarios, ha acabado, para sorpresa de Hobbes, por adquirir el significado de la ley.

El pasado 20 de diciembre, el historiador Juan Pablo Fusi señaló en una entrevista que las democracias asamblearias no eran democracias, sino otra cosa. Ese mismo día en Los desayunos de TVE, Ramón Jáuregui, responsable del congreso de ideas que creará el nuevo proyecto político del PSOE, apuntó que ERC, debido a su carácter asambleario, no era un partido como él entendía que debía serlo, un partido, suponemos, de esos que llaman serios. Esto se entiende si, como el propio Fusi señala sobre su formación profesional, entendemos la democracia como un trasunto del liberalismo representativo angloamericano, considerado un modelo universal después de la victoria de este tipo de organización política en 1945.

El significado de la democracia ha sido históricamente móvil. La sola mención de ésta sembró el terror en las elites durante un siglo. A la altura de 1812, el liberalismo asociaba la democracia con el despotismo de la turba enfurecida, encarnada en el jacobinismo y la multitud sans-culotte. Se pensaba que la democracia supondría el fin de la ley bajo el gobierno de los no propietarios. Para evitar tal perspectiva, la Constitución de Cádiz de 1812, como la norteamericana de 1776, dispusieron una serie de medidas constitucionales que disipasen el espanto de la soberanía popular. La Comuna de París de 1871, experiencia de democracia directa que duró dos meses, marcó un punto de inflexión en la historia de este concepto. La aventura que aterrorizó a las burguesías de toda Europa solo acabó cuando el ejército francés y las tropas alemanas entraron al alimón en París y garantizaron, como exigía el Leviatán, que la ley no fuese subvertida nunca más. Veinte mil communards ejecutados fueron la garantía.

Cuando la ley está en peligro, aparecen con más frecuencia las declaraciones que la sitúan por encima de las mujeres y los hombres. Que el bipartidismo se ponga de acuerdo en lo fundamental, como la escandalosa reforma constitucional de agosto de 2011, nos dice que la ley no está hecha para la ciudadanía sino, en este caso, para los mercados. Y que, en última instancia, este pacto nos remite a una desconfianza hacia el pueblo por parte de un bipartidismo que, ciertamente, no soporta convivir con una calle erizada de pancartas. Porque el concepto que lo sustenta, el liberalismo representativo, no puede dejar de ver a la multitud como a una masa irracional, como a la hidra, real o no, de la revolución.

Y es que el respeto a la ley depende en última instancia de quién haga las leyes y a quién beneficien. El sistema político puede enrocarse y decir que la ley es la ley. Pero la legalidad es obra de un grupo de personas que pretenden que otras se conduzcan en la vida dentro de esa convención jurídica. Y no puede obviarse que esa legislación ni es eterna ni viene del cielo, sino que, como sugirió Marx, es el producto del tira y afloja de las relaciones de poder.

Este mirar en la trastienda supone separar la legitimidad de la legalidad. Significa descubrir el origen de una historia que viene a confirmar la arbitrariedad de una ley. El sistema representativo no puede tolerar esta deslegitimación, aunque el capitalismo nunca haya dudado históricamente en echar mano de recursos que supusieron su conculcación. Los gobiernos tecnócratas han sido el último episodio de esta historia. No podemos decir si este año se quebrará el dominio de la ley ante el avance legítimo de la democracia. Sin embargo, para espanto de Hobbes y consternación del inspector Javert, podemos esperar que así sea.»